Sandra, la transexual que vuelve a ser hombre: “Nos hacemos trans para escapar de nuestra homosexualidad”

Sandra tuvo disforia de género en la adolescencia y comenzó su proceso de tránsito a través de hormonas y una vaginoplastia. A sus 35 años, ha padecido graves secuelas por los tratamientos recibidos y asegura haberse dado cuenta de que, en realidad, siempre fue un hombre homosexual

Sandra Mercado nació siendo varón y homosexual, lo que le acarreó mucha discriminación por parte de su familia, compañeros de colegio, profesores… También fue perseguido por skinheads, que estuvieron a punto de darle una paliza, pero corre “más que una gacela”. En la adolescencia sintió un fuerte rechazo por su cuerpo e inició el proceso de transición al otro sexo. Como mujer transexual, fue adicto a las anfetaminas, la cocaína y los porros. Se prostituyó para conseguir dinero porque no contrataban en ningún sitio “a un bicho raro”. Ha padecido graves enfermedades por culpa de la hormonación y la vaginoplastia y 18 años después de iniciar el camino, se dio cuenta de que siempre estuvo equivocado. Era “un hombre que quería escapar de su homosexualidad“.

La vida de Sandra (prefiere mantener su nombre de mujer) puede escribirse en un párrafo, pero en él caben muchas vidas. Tiene 35 años y vive en un pueblo cerca de Barcelona, Castellar del Vallés. Ahora mismo está en el paro, pero invierte su tiempo en el activismo y la divulgación. Si antes le atacaban tránsfobos y homófobos, ahora son algunos transexuales quienes no soportan su retórica anti-queer y su oposición a la ley trans que va a tramitar el Gobierno.

Yo nací como varón, soy homosexual. Desde pequeño. Lo que pasa es que siempre he parecido una niña. He tenido un estereotipo femenino. Nunca he tenido disforia hasta la adolescencia. Yo asocio mucho la transexualidad a la homofobia. Nos hacemos trans para escapar de nuestra homosexualidad“, afirma.

El padre de Sandra lo maltrató desde pequeño. Le llamaba “maricón”, “maricona”… Una vez en una plaza, llegaron tres coches con skins e intentaron pegarle, pero escapó corriendo. “A un amigo mío le engancharon y le dieron una paliza“.

El padre de Sandra “esperaba que tuviera comportamientos masculinos. Me ponía el traje del Real Madrid. A jugar con la pelota… Yo fui como una deshonra. Yo lo que quería eran barbies. De alguna manera, los estereotipos sexistas te empujan a la transexualidad. Asociamos Barbie a uñas pintadas y a mujer”.

A los 16 años, Sandra empezó a trabajar en el mundo de la noche y fue cuando empezó el problema de la disforia: “Odiaba mi cuerpo. Creo que la mayoría de personas pasan una adolescencia dura. Era muy velludo, muy oso, y estaba gordito. Ese canon de belleza no era el aceptado. Se metían conmigo por eso. No me gusta la ropa masculina y nunca me ha gustado, así que me ponía ropa de chica. Sentía que tenía que evolucionar. Me veía muy ambiguo y que necesitaba evolucionar”.

En el mundo de la noche conoció a muchos transexuales y empezó con el tratamiento hormonal. “A la mayoría de homosexuales nos pasa, en el mismo colectivo homosexual hay discriminación hacia los que somos muy afeminados y con pluma, hay plumofobia. A los homosexuales con muchísima pluma nos cuesta encontrar pareja con homosexuales más masculinos. Se discriminan entre ellos. Cuando te feminizas, en cambio, empiezas a ser más querida por los hombres heterosexuales”.

Con la transexualidad, Sandra cree que “se medicaliza la plumofobia. La transexualidad borra tu homosexualidad y te hace encajar en la sociedad como mujer heterosexual”.

La transexualidad medicaliza la plumofobia. La transexualidad borra tu homosexualidad y te hace encajar en la sociedad como mujer heterosexual

A los 17, llevó una doble vida. Por la noche, salía de casa de sus padres y se trasvestía para ir de fiesta. Su padre le maltrató a él y a su madre durante muchos años. En esa época fue al psicólogo donde “dije que me sentía mujer (¿Qué es sentirse mujer?). Después de unas cuantas terapias me derivaron. En aquella época no existía la unidad de género. Me fui a un endocrino privado de Barcelona para hormonarme”.

Ni él, ni su madre se lo dijeron a su padre. “Mi madre quería separarse de mi padre. Se puso a salir con un chico con quien sigue hoy. Al divorciarse nos liberamos”. Tras dos años de hormonación, la ley permitía cambiar el sexo en el Registro Civil. Desde entonces, el DNI reflejaba su nombre de mujer, Sandra. “Empecé a ir al Hospital Clínico de Barcelona. Me añadieron a la lista de espera para la vaginoplastia. Estuve seis años esperando”.

Efectos secundarios de las hormonas

Sandra advierte de los efectos secundarios de la hormonación para cambiar de sexo: “Aumento de peso increíble, ansiedad (en mi caso cronificada), depresión… A compañeras les ha dado trombosis, te pueden dar ictusinfartos… Sufría mucho de retención de líquidos, varices, pesadez e inflamación estomacal que se me ha quedado cronificada”.

Cuando se efectúa vaginoplastia “estás encadenado a la hormonación de por vida. No tienes hormona biológica en tu cuerpo y claro, tienes que tomar estrógenos toda tu vida. Según la endocrina, si no me hormono puedo sufrir osteoporosis muy grave, degeneración muscular, ósea…”.

Si llega “a los 60 años”, podrá dejar las hormonas químicas y probar con las hormonas naturales. A los 29 le realizaron la vaginoplastia, pero Sandra denuncia que ningún cirujano le avisó de las consecuencias. “Habrá transexuales que se lo han hecho y son felices. Pero también sé de muchas personas que siguen con disforia después de muchas operaciones. No hay final feliz. El problema es mental. Es un camino que no tiene fin”.

Asegura haber visto “muchas barbaridades. Una se operó cuatro veces por que se le cerraba la vagina. Por eso estás con dilatadores siempre. El cuerpo detecta un hueco y claro, lo cierra”.

Ante su experiencia, Sandra tiene claro que “la transexualidad es un invento nacido en el siglo XIX para homosexuales que rechazaban su homosexualidad y quieren encajar como mujer”.

Consecuencias de la vaginoplastia

Tras los dos primeros años, Sandra padeció una estenosis, una inflamación del conducto urinario. “Me dolía que me moría cuando hacía pis. Me daban antiinflamatorios. Pero estuve así durante un año y pico, probando medicamentos para solucionarlo. Pasé mucho dolor”.

Finalmente, el cirujano le reconstruyó la uretra. “La  vaginoplastia es muy invasiva. Al final con la transexualidad se quiere heterosexualizar a los homosexuales. Es una homofobia encubierta. Las identidades no existen. El impacto psicológico fue muy fuerte cuando me di cuenta, no sé cómo me he tirado por la ventana”.

Hace un año, comenzó su detransición. “Me escriben transexuales contando lo mal que han quedado. No conocemos psiquiatras que nos ayuden a aceptar la disforia. La mayoría te empujan a transicionar. Si te quiere ayudar, pueden ser despedidos por las leyes que respaldan la transexualidad. La teoría queer está equivocada, la biología no se puede cambiar. Estoy volviendo a abrazar mi homosexualidad y mi biología. Aceptando los complejos”. Desde hace nueve años empezó con su pareja actual, que le ayudó a dejar las drogas y ha sido un apoyo fundamental.

La ‘ley trans’

Para este ‘transexual arrepentido’, el borrador de la ley trans es “horrible”. “Me parece horrible. Los menores tienen que ser educados de forma no sexista para que crezcan libremente. Si tu hijo dice que se llama Carla y quiere ponerse vestiditos, pues que lo haga. Se han dado casos de hormonar a menores y les jodes la vida porque luego se arrepienten. Esta ley borra a la hembra biológica, invade espacios de mujeres. Que un hombre diga que se siente mujer porque sí, lo encuentro una locura“.

Sandra cree que “la transexualidad se ha ido degenerando. Ahora hablan de las energías. Es una nueva religión. Eres energía femenina o masculina”. También carga contra la serie Veneno a la que califica de “fantasiosa. La Veneno jamás decía que era una mujer trans. Ella decía que “mujer mi madre que me ha parido, nosotros somos maricones castrados“. Que hagan una serie con este movimiento queer, es una bazofia”.

Borja Negrete

Publicado en  vozpopuli.com